martes, 25 de mayo de 2010

Cobardes

Anoche terminé La amante de Bolzano, estupenda como todas las novelas de Sándor Márai, que recrea un episodio de la vida de Giacomo Casanova, célebre mujeriego veneciano. En uno de los primeros capítulos, se justifica la atracción de las féminas hacia el protagonista:

comprendieron que un hombre de verdad es un fenómeno tan raro como una mujer de verdad. Un hombre que no necesita demostrar nada a los demás con palabras altisonantes ni con su espada, que no necesita cantar como un gallo, que no pide más ternura que la que él mismo es capaz de ofrecer, que no busca ni a una madre ni a una amiga en las mujeres, que no quiere refugiarse en los brazos del amor ni detrás de las faldas de las mujeres; un hombre que únicamente desea dar y recibir, sin prisas, sin ansiedad, porque ha entregado toda su vida, todas sus energías, todas las luces de su mente y todos los músculos de su cuerpo a la atracción de la vida misma: ese tipo de hombre es un fenómeno verdaderamente rarísimo. Hay hombres que necesitan de una madre, hay hombres taimados, y también los hay vociferantes y gallardos que exageran y deforman sus sentimientos hacia las mujeres, y además los hay indiferentes, tímidos y aburridos... Y ninguno de ésos son hombres de verdad. Hay también hombres guapos que no se preocupan por las mujeres sino por su propio atractivo y sus propios éxitos. Hay igualmente hombres crueles que se aproximan a las mujeres como a un enemigo, como hacen los asesinos, con una sonrisa melosa en los labios, escondiendo un puñal debajo del capote. En algunas ocasiones, raras ocasiones, aparece un hombre de verdad, como había aparecido allí. Ellas comprendieron la fama que lo había precedido, y la inquietud que se había apoderado de la ciudad; parpadeaban, suspiraban, jadeaban, se oprimían el pecho”.

Me fui a dormir pensando en dónde reside la seducción de Casanova y con eso me desperté, hasta que en el desayuno empecé a vislumbrar la respuesta. Impropio de mí sería emitir juicios generales sobre lo que las mujeres buscan en un hombre. Puedo asegurar, a lo sumo, lo que a mí me interesa. Y lo que detesto: detesto a los cobardes.

Me tomaba un café con leche ante el televisor, que emitía una entrevista a uno de los precandidatos a la presidencia del F.C.Barcelona, un tal Marc Ingla. Nada más empezar, Ingla reconoce fumar, pero asegura que no se traga el humo; casi llega a pedir perdón por hacerlo, y se escuda en su familia política, que son pintores, dice, y fuman mucho. Algunos minutos después (11’10’’, en el vídeo), dice que no hay política en su candidatura, que es independiente (“inglapendiente”, bromea) y catalanista, y que irá por el mundo haciendo gala de una catalanidad desacomplejada, pero simpática e inclusiva, que no hiera a nadie.



A mediodía, otro cobarde aparecía en la pantalla: Miguel Sebastián, ministro de industria, comentaba las recomendaciones del FMI a España. España no le debe nada al Fondo, según el ministro, pero escucha sus comentarios “con atención y con cariño”. No he encontrado el vídeo, lo que es una lástima, ya que no podemos compartir la amable expresión de Sebastián mientras hablaba.

Así, a mi pregunta de anoche, concluyo: Podría volverme loca por un fumador, catalanista y desobediente, pero no me enamoraría nunca de un hombre cobarde, que escondiese lo que es o lo que hace detrás de bromas y besos. Entre el directivo y el ministro, sin duda, yo me voy con Casanova.

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