Ayer, en un banco del jardín de la facultad de letras, en la Universidad de Barcelona, leía yo Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear las mentes (2008), del francés Christian Salmon. La tesis fuerte del libro es que se ha instalado en la sociedad contemporánea un orden narrativo “que preside el formateo de los deseos y la propagación de emociones”, en el marketing, la gestión de empresas, la instrucción militar y la política. Es decir, las historias se han convertido en potentes artefactos para dirigir organizaciones y comunidades.
Mientras, en La Moncloa, el presidente Zapatero contaba una más de sus historias ejemplarizantes, en la entrega de la medalla al mérito deportivo a Edurne Pasaban. Zapatero relató los logros montañeros de la alpinista en términos de gesta heroica cargada de valores que deberían inspirarnos a todos. Así, la lucha, la confianza y la paciencia de Pasaban se presentaban como modelo; eran, en el fondo, atributos que Zapatero demandaba a los españoles, para poder salir de la crisis igual que la heroína escaladora arrostró la adversidad para coronar la cima.
El ejemplo de Zapatero constituye una muestra perfecta de lo que Salmon describe para Estados Unidos, desde la era Reagan, y para Francia, a partir del gobierno de Sarkozy: se ha afianzado un modo de hacer discursos políticos que emplea historias, dirigiéndose a las emociones y no a la razón de los ciudadanos.
Comparto, hasta cierto punto, la postura de Salmon. Es innegable el uso perverso que se puede hacer de la narrativa, pero también es verdad que la narrativa constituye un modo de cognición básico para el ser humano y, por ende, irrenunciable. Además, recurrir a los relatos, las fábulas y las parábolas para provocar el cambio social es algo tan viejo como el mundo.
Por eso, y porque también con datos y argumentaciones abstractas se puede engañar y manipular a la ciudadanía, considero que no hay que renunciar a la narración, sino que lo que se ha vuelto imprescindible es someter a la narrativa a unos criterios de ética y de racionalidad básicos. Sólo así seremos capaces de discriminar los relatos que merecen ser aceptados e integrados de aquellos que, sencillamente, dan gato por liebre.
Jerusalén
Hace 10 horas
Gran artículo. ¿Cree usted que el discurso de ZP era uno de esos relatos que dan gato por liebre?
ResponderEliminarPor lo que a mi respecta, ya podría el espíritu Ramón Mercader haber entrado dentro del cuerpo de Pasaban y, piolet en mano, repetir su hazaña mexicana. Y aquí paz y después gloria.
¿Y antes no era así?
ResponderEliminarVamos por partes:
ResponderEliminarSobre si no se ha hecho así desde siempre, por supuesto. Así lo digo en la entrada (“recurrir a los relatos, las fábulas y las parábolas para provocar el cambio social es algo tan viejo como el mundo”). Creo que uno de los principales problemas del libro de Salmon es que, según plantea el tema, parece que las narrativas (y la reflexión sobre ellas) sean un invento americano, cuando, en realidad, ya desde los clásicos se anda dándole vueltas al asunto.
Lo que sí parece cierto, y en esto concuerdo con Salmon, es en el hecho de que el modo narrativo se ha convertido recientemente en el pilar del discurso político. Los datos y los argumentos, si aparecen, se sitúan en secuencias de los discursos que, según creo, no están en foco. Si partimos de la división clásica de Bruner entre razón narrativa y lógico-científica, y examinamos los discursos de Sarkozy (como hace brevemente Salmon) o los de Zapatero, nos daremos cuenta de que las ideas fundamentales se articulan a partir de esquemas de relato.
Donde discrepo especialmente con Salmon es en que él considera que toda narrativa es perversa porque configura valores y formatea mentes. Yo creo que todo acto comunicativo lo hace, pero eso no está mal en sí mismo. Por eso es necesario poner de manifiesto la lógica y la ética (ya lo dije en la entrada) del relato.
Ahora, claro, es pertinente la pregunta de Anónimo, sobre si pienso que el relato de Zapatero es lógico y ético.
Vaya de antemano que soy una apasionada de los relatos de deportistas, que, claro, son tan antiguos como Grecia. No he hecho un análisis exhaustivo del relato sobre Pasaban. Pero, de entrada, en cuanto a la construcción, me parece muy bueno, en el sentido de que cumple todas las convenciones del género.
El problema de este discurso aparece cuando se incluye en el contexto de “todos los discursos del presidente”. Tampoco he hecho un análisis riguroso, así que puedo estar equivocada, pero me parece que en todos los discursos narrativos del Zapatero el rol asignado a los ciudadanos es el de meros “pacientes-sonrientes” (el término no es muy bueno, pero no se me ocurre ahora nada mejor). Personalmente, es algo que me molesta bastante.
Otra constante en sus discursos, creo, es la presencia de “conceptos vagamente determinados”. Algún analista crítico del discurso tendría que analizar la elevadísima indeterminación de las intervenciones del presidente…
Por último, opino que sería interesante rastrear en los discursos de Zapatero las secuencias que llamo “instrumentales”: los cómos y los para qués. Sospecho que o serán escasos, o estarán tremendamente indeterminados.
De todas maneras, todo esto es simple opinión. A lo mejor me pongo a contar y sale otra cosa…
Muchas gracias a los dos.
Otro muestra de la utilización de este modelo en nuestro país: Recordemos el debate televisado de las últimas elecciones generales cuando el candidato del PP nos deleitó con la historía de la famosa "niña de Rajoy". Os lo dejo aquí porque no tiene desperdicio:
ResponderEliminar"Quiero que esta noche se vayan a dormir con la tranquilidad de que podemos encarrilar las cosas. (...)
Hay un ejemplo que resume todas mis ideas y que todo el mundo puede entender. Quiero que la niña que nace en España tenga una familia, y una vivienda, y unos padres con trabajo. Es lo mínimo que debemos exigirnos para todos. Me esforzaré para que la familia esté atendida y la vivienda se pueda conseguir y para que no falte el trabajo.
Quiero que esa niña, nazca donde nazca, reciba una educación que sea tan buena como la mejor, que se pueda pasear por todo el mundo sin complejos, porque sabrá idiomas y tendrá un título profesional que se cotice en todo el mundo.
Quiero que sea un heraldo de la libertad, de la tolerancia y de los derechos humanos, porque habrá crecido en libertad, y no tendrá miedo a las ideas de los demás, y habrá aprendido a respetar a todos los que respetan la ley.
Quiero que sienta un hondo orgullo por ser española, por pertenecer a esa nación tan vieja, tan admirable que le habrá ofrecido las mejores oportunidades, pero que habrá sabido ser exigente con ella para convertirla en una mujer madura y responsable.
Eso es lo que quiero. Esto y todo lo que esto lleva implícito. Nada nos impide lograrlo, podemos hacerlo si quieren que caminemos juntos. Porque España es cosa de todos, y debemos tomárnosla muy en serio."
Es interesante ver como un discurso político toma la forma de un cuento infantil. No se quien es el culpable: los políticos por tratarnos como si fueramos niños o los ciudadanos por parecerlo.