sábado, 29 de mayo de 2010

Bordados


En pleno debate público sobre el velo islámico, mi amiga Oumaya se ha vuelto para Túnez tras casi cinco años viviendo en Barcelona. Vino becada por su gobierno para hacer un doctorado en España y, ahora, defendida su tesis sobre creencias lingüísticas en catalanes de primera generación de origen árabe, regresa a casa, donde intentará obtener una plaza de profesora en alguna universidad tunecina. Oumaya es una mujer inteligentísima y muy independiente que lleva velo. Luce unos pañuelos preciosos, que ella misma tiñe cuando viaja a Túnez y que combina hábilmente con pendientes y ropa de colores vivos.

Muchas veces hemos hablado sobre sus razones para llevar pañuelo. Ella considera que es una parte de su cultura a la que no quiere renunciar, libremente. Además, sostiene que hombres y mujeres, de aquí y de allá, llevamos encima muchos “pañuelos” que, si bien nos han sido dados por la tradición, aceptamos con gusto y empleamos para crear una identidad que nos agrada. Por eso, considerar que el pañuelo es señal de sumisión de la mujer al hombre es del todo equivocado. Faltan, dice, mujeres en la vida pública que luzcan el velo porque lo desean, al margen de hombres, malos o buenos, que también los hay.

A menudo, es obvio, hablamos de hombres. Como a las mujeres del cómic Bordados, de la iraní Marjane Satrapi, a Oumaya y a mí nos divierte hablar de tíos y, teniendo ambas la treintena a la vuelta de la esquina, también de matrimonio. El leit motiv del discurso de Oumaya sobre casarse es siempre este, en su español inmaculado: “Antes sola, que mal acompañada”. Y yo siempre contesto que amén.

Cuando nos despedíamos, hace una semana, Oumaya me hablaba del sentimiento agridulce de marcharse. Dice que no sabe cómo va a ser volver a vivir en Túnez, que estos años en Europa le han hecho darse cuenta de que muchas cosas de su país —con importantes restricciones en el uso del velo, por cierto— no le gustan. Yo le dije que, a malas, Barcelona seguiría siendo un buen lugar para vivir.

Me he acordado mucho de Oumaya los últimos días. No sé si quiero que vuelva, o que se quede en Túnez e intente hacer un país mejor. Lo que sé es que quiero que, si un día decide regresar a España, no se encuentre con un país más intolerante y, por ello, peor. Nuestras conquistas están en la Constitución y en el Código Penal, y deben ser irrenunciables. Nada hay allí que permita prohibir llevar un trozo de tela en la cabeza.

Escudar la censura del velo en la igualdad entre hombres y mujeres es un sinsentido, ya que hay mujeres independientes y libres que deciden ponérselo por voluntad propia, del mismo modo que hay mujeres brillantes que no lo llevan. Quizá lo más igualitario sería darles la palabra y dejar que ellas hablasen. Defenderlas sin darles voz, suponiendo qué es lo que ellas deberían querer en el caso de no estar supuestamente sometidas, es, cuanto menos, sacarles el pañuelo a la fuerza y ponérselo en la boca.

1 comentario:

  1. ¡Darles la palabra a las mujeres! Pero, ¿cómo se le ocurre? Hay que salvarlas de ellas mismas.

    Ahora en serio, lo del burka lo tengo claro. Como empecemos a ir todos embozados por la calle esto será el acabose. Pero, ¿el velo? En Gerona hay unas estudiantes muy espabiladas y nada sometidas -o tan poco sometidas como el común de los mortales por las convenciones- que llevan velo y lo hacen con orgullo. ¿Por qué privarlas? ¿En nombre de qué?

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