martes, 11 de mayo de 2010

El español marcado


En la segunda edición del Telediario de TVE-1 han vuelto a decir esta noche algo a lo que le llevo dando vueltas largo tiempo. En una noticia de sociedad en la que se informaba de otro caso más de “violencia machista” —sobre la preferencia de “machista” frente a “de género”, por cierto, podría hablarse largo y tendido—, la locutora, Pepa Bueno, ha dicho algo similar a esto: “el hombre ha matado a su mujer de un golpe en la cabeza; ambos eran españoles”.

La pregunta que me asalta es la siguiente: ¿A qué viene destacar el hecho de que la víctima y su agresor sean españoles? En el resto de las noticias, con protagonistas a menudo también españoles, la “españolidad” no parece algo significativo: resultaría extraño, por ejemplo, escuchar que 150 familias se han quedado sin abastecimiento eléctrico tras una tormenta, y que 10 de ellas son inmigrantes. Por otro lado, tampoco se da información sobre el origen concreto de los propios españoles: sería raro, por poner, hablar de una ciudadana muerta en Catalunya a manos de su marido, andaluz de nacimiento. Sin embargo, es habitual marcar tanto la procedencia española como la extranjera en noticias sobre violencia de cualquier tipo.

Se me ocurren dos respuestas, sin tener muy claro, confieso, por cuál decidirme:

1. Al principio de que la ola migratoria llegase a España, lo marcado, lo diferente, era ser inmigrante, de modo que, cuando una noticia tenía por protagonista a un inmigrante, se decía, mientras que cuando era de aquí, no se decía nada y, por defecto, se sobreentendía. Con el tiempo, hemos adquirido una conciencia mayor sobre lo políticamente correcto, así que se sigue marcando lo diferente (al inmigrante) y, estratégicamente, se alude a la españolidad cuando toca, como mecanismo de legitimación de la señal “inmigrante”. Si se indica cualquier procedencia (la de aquí y la de fuera), se vuelve difícil poder acusar al periodista de xenofobia u otras pestes…

2. Los inmigrantes siguen siendo “los otros”: el discurso periodístico es dicotómico y segregador, estamos nosotros (los españoles, y el origen concreto es solamente una cuestión de matiz, a menudo, insignificante) y enfrente están ellos (los inmigrantes).
Relacionar a los inmigrantes con los sucesos violentos constituye un tópico que ha sido construido y reproducido en los medios, y ha sido asimilado por nuestra conciencia colectiva.
A partir de esa idea, el procedimiento retórico de Pepa Bueno esta noche es fascinante: dar una noticia sobre violencia machista sin precisar la procedencia de agresor y víctima provoca que a la mente del espectador acuda la inferencia “son inmigrantes”. Conociendo la existencia del tópico, la periodista lo desmonta: “ambos son españoles”.
Es el mismo procedimiento que he detectado estos días en boca de los médicos y periodistas que han relatado la intervención quirúrgica a la que se ha sometido al rey. Tras la palabra “tumor” aparecía de inmediato la aclaración, “es benigno”, para desactivar la inferencia más habitual: “tiene cáncer”.

Realmente, no sé con qué explicación quedarme. Si con la que atribuye la marca de la españolidad a un mecanismo de legitimación de la señal “inmigrante”, o con la que lo explica como un recurso para desmontar una inferencia habitual, que ha sido creada por los propios medios. En fin, que cada cual decida.

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